"Gran Turismo", una historia real que corre entre adrenalina y poca profundidad

"Gran Turismo" definitivamente es una película para ir a ver al cine. Las secuencias de carreras son el gran fuerte de una historia basada en hechos reales que llevó el famoso videojuego de autos a la vida real.

El protagonista de todo esto es Jann Mardenborough, un joven británico que tiene una habilidad impresionante para usar el simulador de carreras en la PlayStation, algo que en su casa nadie valora. Su papá (Archie Madekwe), una vieja gloria del fútbol, está más concentrado en que su otro hijo siga sus pasos y decepcionado de este habilidoso gamer. 

Pero una oportunidad casi mágica aparece: un concurso de Nissan le da la chance de convertirse (o al menos probarlo) en un piloto de pista real. Pero antes, deberá pasar por una academia para estos pilotos de simuladores, donde encontrará a un rival implacable.

Orlando Bloom y David Harbour hacen un gran contrapunto en el film de Neill Blomkamp como jefe de marketing y líder de los mecánicos que representarán dos puntos de apoyo bien diferentes y necesarios para Jann. 

Una historia de superación que sucedió realmente no suele fallar a la hora de apuntar al público masivo. El entrenamiento, la superación, la caída. En lo que la película falla es en no salirse de esas fórmulas, con diálogos sobrexplicados y frases hechas.

Pero más allá de no arriesgar en las relaciones interpersonales -con personajes poco profundos, como el del padre-, sí cumple con creces en la adrenalina que se necesita para contar una historia de carreras.  

La tensión de ganar o perder por milésimas, los recursos que por momentos hacen parecer que la realidad es un videojuego y la calma que antecede a las carreras está más que lograda.

Acompañada de una gran banda sonora (desde Black Sabbath hasta Kenny G), el entretenimiento sin frenos está garantizado.