Una semana para bajar el volumen: el ruido en las escuelas también contamina

Del 7 al 13 de abril se celebra la semana de la concientización para la prevención de la contaminación auditiva.

Curiosidades08/04/2025Studio341NewsStudio341News
acustica

Del 7 al 13 de abril, las escuelas porteñas se suman a una campaña clave: concientizar sobre los efectos del ruido en el ámbito educativo. La iniciativa, impulsada por la agenda educativa de la Ciudad en línea con la Ley N.º 4.135, busca alertar sobre una problemática silenciosa —o no tanto—: la contaminación auditiva.

Desde el Gobierno de la Ciudad explican que el ruido en las escuelas no viene solo del tránsito o las obras en construcción cercanas. También está en el interior: gritos en los recreos, conversaciones a los gritos, timbres que suenan fuerte, sillas que raspan el piso, clases de música o de educación física sin control acústico. Todo eso suma decibeles y resta calidad educativa.

Porque sí, el ruido también enseña... pero mal. Un chico que no logra seguir una conversación en clase no solo se pierde el contenido: se queda afuera. De la charla, del vínculo, del aprendizaje social. Y lo que empieza como una barrera sonora, puede terminar en problemas emocionales o de desarrollo que podrían prevenirse a tiempo.

Por eso, esta semana se impulsa una batería de acciones de concientización, difusión y prevención. El objetivo: promover entornos auditivamente saludables, donde cada alumno pueda aprender, expresarse y crecer sin tener que levantar la voz.

Según organismos internacionales, es clave realizar un control auditivo anual en niños y niñas. La detección temprana hace la diferencia: mejora el lenguaje, el rendimiento escolar y la autoestima. Datos del Ministerio de Salud de la Nación estiman que entre 1 y 3 de cada 1.000 nacimientos presentan algún tipo de hipoacusia. En muchos casos, una simple derivación médica puede mejorar notablemente la atención, la concentración y hasta corregir dificultades en el habla.

¿Y qué se puede hacer en las escuelas? Hay medidas simples y efectivas: usar materiales acústicos en paredes y techos, poner topes de goma en sillas y mesas, reorganizar los horarios para evitar que se superpongan actividades ruidosas. También es importante abrir el diálogo: hablar con los chicos sobre el impacto del ruido y generar espacios de descanso sonoro.

La invitación está hecha: que el aula no sea un campo de gritos, sino un espacio de encuentro. Bajar el volumen puede ser el primer paso para subir la calidad educativa.

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