Pullaro y Cococcioni pusieron el cuerpo a las Taser antes de entregarlas a la Policía

El gobernador de Santa Fe y su ministro de Seguridad probaron en carne propia las descargas de las polémicas pistolas. Fue en agosto, en la Casa de Gobierno, en un episodio que recién salió a la luz esta semana. Entre la ejemplaridad y la polémica, el gesto abre un debate que va más allá de la anécdota.

Rosario14/09/2025Studio341NewsStudio341News
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Hay escenas que parecen mínimas pero condensan símbolos potentes. El jueves, en plena presentación del primer lote de 60 pistolas Taser para la Policía de Santa Fe, el ministro de Justicia y Seguridad, Pablo Cococcioni, dejó escapar una confesión inesperada: “Sí, claro, por supuesto”, respondió cuando un cronista le preguntó si había probado la descarga.

Detrás de esa frase, casi al pasar, había un episodio oculto. El 11 de agosto, en la Casa de Gobierno, tanto Cococcioni como el gobernador Maximiliano Pullaro recibieron en sus espaldas la descarga de 50.000 voltios, durante cinco segundos, en una demostración que siguió todos los protocolos de entrenamiento. Ambos fueron sostenidos por colaboradores para evitar lesiones.

La escena ocurrió en un clima distendido, con instructores y operadores desplegando las armas sobre la mesa del despacho oficial. “Y si las probamos nosotros”, deslizó el gobernador. Lo que parecía un comentario se convirtió en un hecho: los máximos responsables de la seguridad provincial decidieron sentir lo mismo que sus policías sentirían en el adiestramiento.

Taser

La decisión, celosamente guardada hasta ahora, no borra las críticas que persiguen a estas armas. Organismos de derechos humanos han advertido sobre riesgos de abusos y episodios fatales registrados en distintos países. Tampoco disuelve el debate de fondo sobre si la Taser es una herramienta necesaria o un atajo frente a problemas estructurales de inseguridad.

Lo cierto es que la imagen de Pullaro y Cococcioni, inmovilizados por cinco segundos, trasciende la anécdota. No fue difundida oficialmente ni utilizada para la autopromoción, pero marca un gesto inusual: asumir en carne propia la decisión que se toma desde el poder político. Una rareza en tiempos donde la ejemplaridad suele ser un bien escaso.

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